LA TRISTE E INESPERADA REAPARICIÓN DE LA PRINCESA DE ASTURIAS EN UN FUNERAL DE ESTADO
Doña Letizia se volvió a vestir de negro para acompañar al Príncipe por unas horas a un luctuoso acto oficial.
Doña Letizia, que se despidió “en negro” – el color elegido para asistir a la mayoría de los actos en sus últimos meses de embarazo- tras la muerte de su hermana y salió de la clínica donde dio a luz a la infanta Sofía con la fuerza de una madre de familia que irrumpe de nuevo en el mundo a pesar del dolor de la tragedia por el que sigue sobrecogida, volvió por unas horas a la vida oficial para consolar, en un acto especialmente sentido, a los que sufren. Unas doscientas personas que se situaron a la izquierda del altar y que fueron saludados, uno por uno, por los Príncipes a su llegada.Con una imagen desvalida, crispada –sus manos cerradas hacia dentro durante las dos horas del funeral-, frágil y por momentos ausente, la Princesa de Asturias salió de palacio para apoyar con su presencia a las familias de los fallecidos, para expresarles personalmente, a través de abrazos y lágrimas compartidas, sus condolencias y su pésame por la pérdida de esos seis soldados tan jóvenes que apuraban sus últimos días de misión en el Líbano cuando “cayeron en las fauces de la violencia que no tiene entrañas ni vísceras”. Una triste reaparición en la que doña Letizia tuvo a su lado –la mayor parte del tiempo- al Príncipe quien, además de presidir el acto vistiendo el uniforme de Comandante del Ejército de Tierra, encontró el momento para consolarla con el mismo gesto amparador del que hizo uso cuando, como esposo, sí pudo sostenerla de la mano, e incluso abrazarla en el último adiós a su hermana. Y una triste reaparición en la que doña Letizia se encontró recibiendo el pésame por parte de los familiares de las víctimas en un momento sorprendente e inesperado. En un acto en el que todos lloraron por las víctimas inocentes.
Doña Letizia se volvió a vestir de negro para acompañar al Príncipe por unas horas a un luctuoso acto oficial.
No se lo esperaba, como tampoco contaba con los atentados de Madrid, ni con la muerte de su hermana más pequeña, pero ayer doña Letizia tuvo que hacer frente, de nuevo, al dolor de la tragedia apoyando por unas horas el acto más triste de la agenda oficial del Príncipe de Asturias. Estando los Reyes de España de viaje de Estado en China, la Princesa decidió de forma consensuada con su esposo y con el personal responsable de la Casa del Rey que, además de querer, era su real deber estar presente en el solemne funeral de Estado que se ofreció en Paracuellos del Jarama por los soldados muertos en un atentado perpetrado en el Líbano. Una aparición excepcional tras la que la princesa ha vuelto a su vida normal –baja por maternidad hasta después del verano y lactancia por tiempo indeterminado- y para la que de nuevo, por desgracia, se tuvo que vestir de luto riguroso.
Doña Letizia, que se despidió “en negro” – el color elegido para asistir a la mayoría de los actos en sus últimos meses de embarazo- tras la muerte de su hermana y salió de la clínica donde dio a luz a la infanta Sofía con la fuerza de una madre de familia que irrumpe de nuevo en el mundo a pesar del dolor de la tragedia por el que sigue sobrecogida, volvió por unas horas a la vida oficial para consolar, en un acto especialmente sentido, a los que sufren. Unas doscientas personas que se situaron a la izquierda del altar y que fueron saludados, uno por uno, por los Príncipes a su llegada.Con una imagen desvalida, crispada –sus manos cerradas hacia dentro durante las dos horas del funeral-, frágil y por momentos ausente, la Princesa de Asturias salió de palacio para apoyar con su presencia a las familias de los fallecidos, para expresarles personalmente, a través de abrazos y lágrimas compartidas, sus condolencias y su pésame por la pérdida de esos seis soldados tan jóvenes que apuraban sus últimos días de misión en el Líbano cuando “cayeron en las fauces de la violencia que no tiene entrañas ni vísceras”. Una triste reaparición en la que doña Letizia tuvo a su lado –la mayor parte del tiempo- al Príncipe quien, además de presidir el acto vistiendo el uniforme de Comandante del Ejército de Tierra, encontró el momento para consolarla con el mismo gesto amparador del que hizo uso cuando, como esposo, sí pudo sostenerla de la mano, e incluso abrazarla en el último adiós a su hermana. Y una triste reaparición en la que doña Letizia se encontró recibiendo el pésame por parte de los familiares de las víctimas en un momento sorprendente e inesperado. En un acto en el que todos lloraron por las víctimas inocentes.
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